Entrevistas

Brasil idas y vueltas

20 agosto 2024

3 minutos

De Brasil a Mantua, una historia de idas y vueltas

Gabriela Da Silva es una joven emprendedora brasileña. Se trasladó a Mantua apenas alcanzó la mayoría de edad para “encontrar su camino”, y lo hizo recorriendo en sentido inverso el mismo camino que, muchos años antes, había llevado a sus bisabuelos desde los campos del Véneto y Lombardía hasta Brasil.

Conocemos a Gabi desde hace tiempo porque su empresa, Impresse Design Creativo, forma parte de R84 Multifactory, un espacio de trabajo compartido que hoy alberga uno de los centros de acogida para viajeros de raíces en working-holidays. Hemos hablado a menudo sobre Brasil y sus raíces italianas, y cuando descubrió el proyecto Italea, no dudó ni un segundo: “¡En agosto vendrá mi familia a visitarme, tenemos que organizar una cena ítalo-brasileña!”.

Son las 18:00 y Gabi nos recibe con una gran sonrisa y dos delantales en la mano: llevan el logo de Italea y una dedicatoria a la Familia Dagostim y Piacentini, “¡un recuerdo para esta noche especial!”.

La cocina común de R84 cobra vida: nuestras cocineras de excepción, mamá María y la tía-madrina Rita, comienzan a cortar, dorar, mezclar, turnándose frente a los fogones con el ritmo de quienes han cocinado juntas toda la vida. En la estufa, una gran olla de polenta y una cacerola con gallina marinada, lista para una cocción lenta: un plato que, por sí solo, cuenta la historia de los italianos como pueblo migrante. Poco a poco, van llegando todos: las hijas y el esposo de Gabi, la tía más anciana, el marido de Rita, la hermana de Gabi con su hijo. Las dos horas de preparación pasan volando cuando hay tantas historias que contar: entre recetas que cambian nombres e ingredientes a uno y otro lado del Atlántico, se entrelazan relatos de familiares que partieron, de quienes se quedaron y de quienes regresaron. En estos días, en Brasil se celebra San Donato y se prepara polenta.

Las llegadas, las partidas y los regresos tienen el sabor de nuestros platos, familiares y exóticos al mismo tiempo.

La mesa es un estallido de colores y sabores: “en Brasil no hacemos entrada, primer y segundo plato… ponemos todo en la mesa y cada uno se sirve solo”. Somos 15, pero al primer bocado, cae el silencio: ¡DELICIOSO!

La polenta está hecha con una harina muy fina que deja un sabor casi dulce en la boca, se acompaña con una crema de queso y huevo, la Fortaia,que recuerda vagamente a un mascarpone salado. Y con la salsa de la carne, ¡no se puede evitar hacer scarpetta! “En Brasil usamos una gallina de campo con una carne muy firme, buscamos por todas partes para encontrar una parecida”, nos explica María. Gabi sostiene que el mejor queso para la Fortaia es el Asiago, Rita se asegura de que, incluso en Italia, la masa de la pasta fresca no lleva sal, y el tío abre una botella de vino afirmando que en esto “mejor dejarlo a los italianos”: ¡es un Lambrusco! La llanura del Po, en agosto, puso lo suyo para crear la atmósfera perfecta: afuera, un calor tropical anunciaba una inminente tormenta.

Sonriamos ante este juego de espejos.

Antes de despedirnos, le pedimos a María y Rita que nos cuenten qué significa para ellas ser italo-descendientes: “nos emociona mucho tener raíces italianas y, al mismo tiempo, sentirnos brasileñas, haber elegido Brasil como nuestra patria. Son dos naciones que llevamos en el corazón”.

Nos saltamos el postre: ¡tendremos que dar un salto a Brasil para preparar una sbrisolona!

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